Seguiremos informando…


“Señoras y señores, esto es lo más terrorífico que nunca he presenciado… ¡Un momento! Alguien está avanzando desde el fondo del pozo. Alguien… o algo. Puedo ver escudriñando desde ese hoyo negro dos discos luminosos… ¿Son ojos? Puede que sea una cara. Puede que sea…”

INFORMANDO

La emisión había sido bastante clara al respecto. El comentarista narraba con sentida conmoción los catastróficos acontecimientos. El planeta estaba siendo invadido por seres de otro mundo.

Jack salió de su despacho con el corazón martillando en su pecho. No esperó el ascensor, bajó directamente por las escaleras. Debía ir a por su hijo. El pobre Jimmy se encontraba solo en casa, sin nadie que lo protegiera y le diera la mano.  En la calle se escuchaban las bocinas de los coches. En Nueva York era el omnipresente sonido de fondo, pero hoy se alzaban con clamor, por las cientos de personas que intentaban salir de la ciudad en estampida. Jack no podía huir, debía internarse en las calles a contra corriente para sacar a su hijo de la urbe. Mientras corría, se escuchaba en las radios de los coches la emisión del noticiario de la CBS. Anunciaban con estupor el surgimiento de aquellas máquinas que acababan con la vida de quien se cruzaba en su camino. Los gritos comenzaron a alzarse por encima de los motores de los coches, extendiendo el miedo entre la población. Los tanques no eran suficientes para detener a esas terribles criaturas del espacio. Y si ni siquiera los militares podían hacer nada para sofocar la invasión, ¿qué iban a poder hacer los simples ciudadanos? Pronto estarían aquí.

Cuando Jack cruzó la esquina, vio un grupo de jóvenes destrozando el cristal de una tienda. Sacaban comida y se la repartían entre victoriosos alaridos. Todo el mundo se estaba volviendo loco. A cada paso que los alienígenas se aproximaban, la gente enloquecía un poco más. Veían el fin de sus vidas llegar desde los cielos, el lugar más insospechado. Uno de los jóvenes chocó contra Jack. Lo miró con expresión perturbada, como un animal que puede hacer lo que quiera, pues no le queda nada que perder. El muchacho cerró el puño listo para partirle la cara.

—Solo quiero llegar a casa. Mi hijo está solo —imploró Jack.

—De poco te va a servir. ¿No lo sabes? Estamos todos muertos —El tipo se rio y bajó el puño dejándolo pasar.

Jack corrió tratando de no oir las escenas de terror que se narraban desde las radios que lo rodeaban, sintonizadas a todo volumen desde las casas y coches, no fuese que alguien pudiese ignorar que el mundo estaba acabado. Un viejo defendía el portal de su edificio con un enorme bate de baseball, gritando «no pasarán» a los cuatro vientos.

Cruzó la calle y un automóvil lo golpeó tirándolo al suelo. Sintió un gran escozor en brazos y piernas, seguramente estaría sangrando; pero no podía detenerse.  Trató de ponerse en pie cuando vio el cañón del revolver apuntandole.  El conductor del vehículo lo empuñaba temblando de miedo.

—No se acerque —gritó el hombre.

En la radio se escuchaba al comentarista informando sobre los rayos mortales que vaporizaban en un instante la carne humana. El coche aceleró y dio un giro errático.  Chocó contra un poste de luz que se vino abajo. Las noticias seguían sonando alertando de lo cerca que estaban los seres de alcanzar las ciudades. Pronto estarían allí.

Jack corrió hasta la puerta de su edificio. Cada movimiento le producía un gran dolor. Subió hasta su piso y abrió la puerta, encontró a su hijo asomado a la ventana. En el escritorio yacían los cuadernos de deberes sin acabar,  olvidados ya sin importancia.

—¿Qué ocurre papá? —preguntó Jimmiy—. Hay mucho alboroto por todas partes.

En casa no tenían radio. Mejor, menos penurias había tenido que escuchar el muchacho. A través del cristal, se vieron chispas procedentes del poste de luz accidentado.

—Tenemos que irnos. Corre —ordenó el padre.

La puerta del vecino estaba abierta. Las noticias y los horrores que transmitían se escuchaban desde el interior. El muchacho y su padre subieron en el ascensor.  Jack pulsó el botón de la planta baja sin decir nada.

«Grandes aparatos de tres patas surgen de la niebla. Los testigos hablan de un ser, parecido a una serpiente, que ha salido de una de las bolas de fuego».

Jack no quería escuchar,  pero no tenía manera de evitarlo. De pronto se escuchó una explosión. La electricidad se cortó sumiendolo todo en silencio. El elevador se quedó quieto y a oscuras con sus dos ocupantes en el interior. Ninguno dijo nada durante los quince segundos de negrura.  Luego regresó la luz. La radio del vecino volvió a funcionar, pero el ascensor no se movía.

Jack apretó uno tras otro los botones sin obtener resultado.

—Tengo miedo papá.

Golpeó la puerta con los brazos adoloridos. Trató de hacer palanca con la inmovilidad por respuesta.

—Tranquilo. No pasará nada —lo calmó sin creer sus propias palabras.

Las noticias hablaban de más sucesos. Se repetían en Nueva Jersey, San Diego y solo Cristo sabía dónde más estaba pasando. Esos seres no tardarían en llegar hasta ellos. Arrasarían con todo y se apoderarían de nuestro mundo. Jack solo esperaba que la muerte les llegase rápido y sin dolor. Se sentó en el suelo y abrazó a su hijo mientras escuchaba los gritos de desesperación de las miles de personas que intentaban escapar de la ciudad.

Para ellos ya era demasiado tarde.

«En la víspera de Halloween de 1938 nadie habría creído que los humanos eran observados atentamente por inteligencias más desarrolladas que la del hombre. Que mientras cada cual se ocupaba de sus asuntos, eran estudiados tan a fondo como a través del microscopio las pasajeras criaturas que se agitan y multiplican en una gota de agua».

Ese día la radio anunció el fin del mundo y Orson Welles conoció la fama.

14 comentarios en “Seguiremos informando…

  1. davidrubios dijo:

    ¡Enorme homenaje a Welles que te has marcado! La narración es trepidante, vertiginosa, y consigues que, pese a que la referencia a la famosa emisión se capta enseguida, el lector no tenga claro como va a terminar consiguiendo un suspense fantástico.Enhorabuena Luís

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    • Muchas gracias David. Espero que todos los lectores no se den cuenta del engaño tan pronto como tú. Me debatía entre poner la respuesta al final o solo insinuarla, pero opté por darla para cualquiera que no pillase la introducción de la Guerra de los mundos.

      Un gran saludo y nos leemos.

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  2. Una virgo lunática dijo:

    Me dí cuenta enseguida por donde ibas, es un tema que se comentó mucho en mi casa, no hace mucho lo volvimos a hablar. La ficción y la realidad no conocen fronteras. Ha estado muy interesante.
    Saludos.

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    • Me alegra que el tema te apasione. Siempre me ha gustado meter ficción en la realidad en mis relatos e incluso crear ficciones y pasarlas por verdaderas.
      Nos puede parecer una tontería que en el 38 miles de personas entraran en pánico por un programa de radio. Pero a día de hoy la gente comparte y se cree casi cualquier cosa que rueda por Internet sin pararse a pensar.
      Gracias por comentar y un gran saludo.

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  3. A medida que iba leyendo me iba recordando a La Guerra de los Mundos. Es un magnífico homenaje al gran Wells. El estilo es muy fluido y manejas la acción con maestría. Una línea te lleva a la siguiente a un ritmo frenético y cuando terminas el relato estas casi sin aliento. Has conseguido una gran atmósfera muy creíble. Este género se te da muy bien, piensa en ello.
    Por cierto, siento la tardanza… Nos leemos

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    • No te preocupes por tardanzas o tonterías que tienes la puerta abierta 24 horas.
      Me encanta hacer homenajes y vueltas de tuerca sobre lo que ya existe. Si no se me ocurre una idea de ese estilo soy casi incapaz de escribir. Contento de que te haya gustado.

      Un gran saludo. Nos leemos.

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