2. La suerte de Mazushi Haisha.


Otros relatos del samurái errante…

0. Poema errante.   1. Muerte bajo el sol naciente.

   Otra historia del samurái sin nombre, donde conoceremos a más despiadados enemigos y lo que sucederá con la suerte de un pobre perdedor.

Libor I: El camino.

2. La suerte de Mazushi Haisha.

samurai-2

Japón, 1572. 3er año de la era Genki.

   Los dados volvieron a rodar en el interior del cilindro de madera, antes que éste se precipitara con premura hacia la tabla del suelo. El pobre Mazushi Haisha apostó a pares sin demasiada convicción, esperando que hoy fuese su día de suerte. Pobre, pobre perdedor. Pobre Mazushi Haisha. La gente no lo respetaba, los hombres con los que estaba jugando se reían de él, la pareja que bebía sake en la mesa de la derecha de la taberna, sonreía sin disimulo; el hombre que comía fideos en el rincón, siquiera levantaba la mirada para ver debajo de su sombrero de paja. Los dados se asomaron fuera del vasito, mostrando un uno y un seis. No parecía ser el día de suerte de Mazushi Haisha. Sigue leyendo

Anuncio publicitario

1.Muerte bajo el sol naciente.


   Puedes leer antes la introducción.

0. Poema errante.

   Aquí comienza la historia del guerrero sin nombre. Un héroe se lanza en pos de la venganza, con una promesa, una carta en su bolsillo y una historia que contar.

Libor I: El camino.

1. Muerte bajo el sol naciente.

samuraibig1

Japón, 1572. 3er año de la era Genki.

   Él lucharía con la espada por sus ideales y ella debía llorar su muerte si llegaba el momento, ese era el trato.

   El sol despuntó aquel amanecer sin tener conocimiento de la refriega que ocurriría a sus pies. No sería una batalla que recordaría la historia, pero sí la contarían durante generaciones, aquellos que tuvieron la oportunidad de presenciar el digno combate que, sería relatado de padres a hijos como el día en que el samurái sin nombre venció a Joshida Goara, no con una espada, sino con una historia. Sigue leyendo

Poema Errante


port

   Hay infinidad de historias dormidas en los cajones de miles de escritores que nunca se atrevieron a serlo. Proyectos como éste, olvidados en la oscuridad por miedo a saber que no eran lo suficientemente buenos. Probablemente no llegaré a publicar jamás un libro; pero no por ello debo dejar perecer el pequeño universo que he compuesto.

   Relatos del Samurái Errante es un conjunto de historias que componen un tapiz, el de un guerrero vagabundo de leyenda en el Japón feudal. Lo hace a través de varios experimentos narrativos autoconclusivos que, cual piezas de un puzzle, conforman una historia de venganza, rabia, dolor y redención.

   Procuraré retomar la publicación de los capítulos, tal como lo hacía hace algunos años. Subiré uno cada semana y los dejaré por aquí, a la espera de que alguien los encuentre, los lea, incluso quizás los disfrute.

   Sin más dejo aquí la introducción de esta historia. Te agradezco a el tiempo que me has regalado al leerlo, y si te a gustado, incluso te lo agradezco un poquito más.

Poema Errante.


   En 1985 se encontró una tumba en las cercanías de lo que fue el Castillo Azuchi, en la provincia de Omi, Japón. En el interior no se halló ningún cuerpo, sólo el fragmento de un poema. Ese poema me inspiró a escribir las historias del samurái sin nombre. Ésta es la traducción al español desde el japonés.

 

“Errante samurái, vagabundo caballero,

quieres saciar el fuego impío de tu alma.

Nunca buscaste ni la fama ni el dinero.

Te alimentaste todo el camino de venganza.”

 

Escrito por: Luis A. R. Selgas.

Continua en el capítulo 1: Muerte bajo el sol naciente.

Creer.


​Hace mucho tiempo que no he publicado nada. Hoy he necesitado volver a escribir.

Siento profundamente que no he hecho honor a la persona a la que va dedicado. Me esforzaré hasta que logre algo más digno de él…

CREER2

 

Él cerró los ojos para poder ver su vida. Fue una vida plena; o al menos eso decidió creer. Había sido feliz durante tantos y tantos años junto a una mujer buena y cariñosa. Y cuando llegó el día en que ella no lo recordó más, él se quedó a su lado para recordar por los dos. Cuando ella abandonó su cuerpo para siempre él siguió esperando, pues aún le quedaban algunas cosas por hacer. Vivió unos cuantos años más, hasta que su cuerpo inevitablemente se marchitó. Entonces cerró los ojos, recordó su vida y se fue…

Él nunca creyó en el cielo. No creía que hubiese un lugar mejor ni peor que esté. No creía en nada que no pudiesen ver sus ojos o sentir sus manos. Cuando se fue, quiso que sus restos fuesen esparcidos junto a los de esa buena y cariñosa mujer que él tanto recordó.

Creía en unas cuantas cosas. Él creía en el azul del cielo. En la belleza de las nubes. En el perfume de las flores. En que la mejor goma de borrar era una bolita de pan. En que nunca le tocaría la lotería. En cubrirse del sol con una gorra. En organizar su colección. En la armonía de las notas de la música que salía de su tocadiscos.

Sobre todo creía en ella…

Sabía que estarían por siempre juntos. En ningún lugar; pero sí dentro de nosotros.

En memoria de mi abuelo.

Te echaremos de menos.